El siguiente es un texto de Gilbert Keith Chesterton (1874-1936), quien fue un importante escritor inglés, no solo de obras teóricas sobre temas filosóficos, literarios o teológicos, sino también de cuentos y novelas. El título de este ensayo es: La restauración de la Filosofía, ¿por qué?
‘Hechos, no palabras’ es en sí mismo un ejemplo excelente de ‘Palabras, no pensamientos’. Es un hecho arrojar una piedra a un lago y es una palabra la que envía un recluso a la horca. (...)
Fuente: http://chestertonblog.com/2014/04/27/chesterton-ensayo-el-restablecimiento-de-la-filosofia-por-que/comment-page-1/ (consultado: 27/05/15)
G.K. Chesterton escribiendo |
La mejor razón para un resurgir de la filosofía es que, a menos que un hombre tenga una filosofía, le ocurrirán cosas horribles. Será práctico; será progresista; cultivará la eficiencia; confiará en la evolución; realizará el trabajo que tenga más a mano; se dedicará a los hechos, no a las palabras. (...) Todo eso no es más que un simple sustituto de los pensamientos. En algunos casos son los apéndices y los últimos extremos de los pensamientos de otro. (...)
Los hombres siempre tienen una de estas dos cosas: o una filosofía completa y consciente, o la aceptación inconsciente de los pedacitos rotos de alguna filosofía incompleta, destrozada y a menudo desacreditada. (...)
‘Hechos, no palabras’ es en sí mismo un ejemplo excelente de ‘Palabras, no pensamientos’. Es un hecho arrojar una piedra a un lago y es una palabra la que envía un recluso a la horca. (...)
Algunos temen que la filosofía los aburra o los aturda, porque creen que no sólo es una retahíla de palabras largas, sino una maraña de ideas complicadas. A esas personas se les escapa el aspecto más importante de la moderna situación. Esos son exactamente los males que todavía perduran, principalmente por falta de una filosofía.
Los políticos y los periódicos siempre están usando palabras largas. (...) Las relaciones políticas y sociales se han complicado más allá de toda esperanza. (...) En nuestros días las cosas más prácticas, como las finanzas y la política, son terriblemente complicadas. Nos contentamos con tolerarlas porque nos contentamos con comprenderlas mal, no con entenderlas. (...)
Sé que estas palabras serán recibidas con desprecio y con ásperas aseveraciones de que éste no es momento para tonterías y paradojas, y que lo que realmente se necesita es un hombre práctico que venga y aclare el problema.
Y sin duda aparecerá un hombre práctico, uno de la interminable sucesión de hombres prácticos; y sin duda vendrá y sacará unos cuantos millones para él mismo y dejará el lío más embarullado que antes; como ha hecho anteriormente cada uno de los demás hombres prácticos.
La razón es perfectamente simple. Este tipo de persona (...) siempre añade algo a la confusión; porque él mismo tiene dos o tres diferentes motivos en el mismo momento y no distingue entre ellos. (...) No se puede esperar que el hombre práctico enmiende la impracticable confusión, pues no puede aclarar la confusión de su propia mente, y mucho menos la de su propia comunidad y civilización, extraordinariamente complejas.
Por algún motivo extraño, se acostumbra a decir que este tipo de hombre práctico ‘conoce sus propias ideas’. Pero naturalmente, eso es lo primero que no conoce. En unos pocos casos afortunados, tal vez sepa lo que quiere, como lo sabe un perro o un chiquillo de dos años; pero ni aun entonces sabrá para qué lo quiere. Y es el cómo y el por qué lo que se debe considerar cuando se investiga el modo en que cierta cultura o tradición ha llegado a verse en un embrollo. (...)
La filosofía es sólo pensamiento que ha sido pensado. A menudo es muy aburrida.
Pero el hombre no tiene alternativa, entre sufrir la influencia de pensamientos que han sido pensados y no sufrir la influencia de pensamientos que no han sido pensados. Esto es lo que comúnmente llamamos cultura y civilización hoy en día.
El hombre siempre sufre la influencia de alguna clase de pensamientos, los propios o los de algún otro; los de alguien en quien confía o los de alguien de quien nunca oyó hablar; pensados de primera, segunda o tercera mano; pensados a partir de desacreditadas leyendas o de rumores no verificados; pero siempre algo con la sombra de un sistema de valores y una razón para su preferencia. (...)
Tomaré un ejemplo entre los mil que existen. (...) ¿qué dicen los hombres modernos cuando aparentemente se los confronta con algo que (por usar la trillada frase), no puede explicarse naturalmente?
Pues bien, la mayoría de los modernos, de inmediato se pone a decir tonterías. Cuando algo así se menciona corrientemente, en novelas, diarios o revistas, el primer comentario es siempre algo parecido a: “¡Pero, mi querido amigo, estamos en el siglo XX!”.
Merece la pena tener ciertos conocimientos de filosofía, aunque sea sólo para evitar hacer el tonto de un modo tan horrible. A fin de cuentas [esto] tiene menos sentido que decir: “¡Pero, mi querido amigo, estamos a martes por la tarde!”. Si los milagros no pueden ocurrir, no pueden ocurrir ni en el siglo XX ni en el XXI. Si pueden ocurrir, nadie sería capaz de probar que existe una época en que no puedan ocurrir.
Lo mejor que puede decirse del escéptico es que no puede decir lo que quiere expresar, y sea lo que sea lo que quiere expresar, no puede expresar lo que dice. Si sólo quiere decir que se puede creer en los milagros en el siglo XII, pero no se puede creer en ellos en el siglo XX, entonces se equivoca nuevamente, tanto en la teoría como en la práctica. Se equivoca en la teoría porque el reconocimiento inteligente de las posibilidades no depende de una fecha sino de una filosofía. Un ateo podría no creer en el siglo I y un místico podría seguir creyendo en el siglo XX. (...)
No seamos demasiado severos con el digno caballero que informa a su querido compadre que estamos en el siglo XX. (...) El quid de la cuestión es que no puede explicar lo que quiere decir; y esa es la razón para una mejor educación filosófica.
Lo que quiere decir es esto, poco más o menos: “Hay una teoría que explica este misterioso universo, por la cual, en realidad, se inclinó cada vez más gente durante la segunda mitad del siglo XVIII y la primera mitad del siglo XIX; y hasta ese punto al menos, la teoría creció con los inventos y los descubrimientos de la ciencia, a los que debemos nuestra actual organización –o desorganización- social. Esa teoría sostiene que causa y efecto han obrado desde el principio en una ininterrumpida secuencia como un destino inalterable; y que no hay voluntad tras ese destino; de modo que debe obrar por sí misma en ausencia de esa voluntad, como una máquina debe funcionar en ausencia del hombre. En el siglo XIX hubo más personas que sostuvieron esa particular teoría del universo. Yo, personalmente, la sostengo, y por lo tanto es evidente que no puedo creer en milagros”.
Todo eso tiene mucho sentido; pero también lo tiene la afirmación contraria: “Yo no sostengo esa teoría; y por lo tanto es evidente que puedo creer en los milagros”. (...)
Un hombre moderno tiene absoluta libertad para elegir una u otra filosofía.
Pero lo que realmente le ocurre al hombre moderno es que no conoce siquiera su propia filosofía, sino sólo su propia fraseología. [Repite] lo que generalmente no son más que frases; o, en el mejor de los casos, prejuicios.
De ese modo, cuando un hombre tan brillante como H.G. Wells dice que tales ideas sobrenaturales se han convertido en algo imposible ‘para personas inteligentes’, él –en ese momento- no habla como una persona inteligente.
En otros términos, no habla como un filósofo; porque ni siquiera dice lo que quiere expresar. Lo que quiere decir no es que sea ‘imposible para las personas inteligentes’, sino ‘imposible para los monistas’ o ‘imposible para los deterministas inteligentes’.
No es una negación de inteligencia sostener un concepto coherente y lógico en un mundo tan misterioso. No es una negación de inteligencia creer que toda experiencia es un sueño. No es signo de falta de inteligencia creer que es una ilusión, como creen ciertos budistas; y mucho menos creer que es un producto de una voluntad creadora, tal como creen los cristianos.
Fuente: http://chestertonblog.com/2014/04/27/chesterton-ensayo-el-restablecimiento-de-la-filosofia-por-que/comment-page-1/ (consultado: 27/05/15)
Guía de lectura
1) Busca en el diccionario las siguientes palabras y anota la acepción que te parezca más pertinente de cada una de ellas: apéndice, desacreditado, retahíla, perdurar, aseveración, paradoja, confrontar, trillado, escepticismo, secuencia, monismo.
2) Según Chesterton, ¿el hombre puede vivir sin una filosofía, propia o ajena?
3) Chesterton señala algunas características que habitualmente se le atribuyen a la Filosofía; ¿podrías indicar cuáles?
4) ¿Por qué el hombre práctico no es capaz de resolver los problemas de la humanidad moderna?
5) ¿Cuál es el argumento principal que plantea el autor a favor de la educación filosófica? Explica brevemente el ejemplo planteado por el mismo.
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